El Ayuntamiento de San Vicente ha reconocido hoy en el salón de plenos la trayectoria profesional de dos profesores del municipio, Josefina Crespo Ferrandis y Antonio Canals Carbonell, éste a título póstumo, con motivo del Día Internacional del Maestro.
En un emotivo acto al que han asistido familiares y compañeros de los profesores homenajeados, el alcalde de San Vicente, el socialista Jesús Villar, ha dicho que este día es un “pretexto para recordar y reconocer la importantísima labor e influencia que, a lo largo de los primeros años de nuestra vida, ejercen en nuestra formación como personas, nuestros maestros”.
Villar ha resaltado que el homenaje es merecido para todos los maestros, pero este año está personalizado en dos nombres propios: el de Antonio Canals Carbonell y el de Josefina Crespo Ferrándiz. La concejala de Educación, Begoña Monllor, ha subrayado la talla profesional y humana de los homenajeados y les ha agradecido su dedicación por educar a varias generaciones de sanvicenteros.
Josefina Crespo Ferrándiz, conocida por todos como Finita, nació en la calle Salamanca y siempre le gustó el estudio. Fue al instituto en Alicante, en una época muy difícil y poco propicia para dedicarse a estudiar. Ingresó en la Escuela Normal de Magisterio de San José porque siempre quiso ser maestra. Ha ejercido en municipios como Callosa del Segura, Monóvar, Alcoy, Agost y San Vicente. Siempre fue una mujer adelantada a su tiempo. Cuando era maestra en Agost, no dudó en sacarse el carnet de moto. Iba y venía en vespa todos los días a la escuela. Ya en 1970 consiguió plaza en San Vicente, en una escuela rural. Ha sido maestra en las escuelas de la Calle Balmes, en el Onésimo Redondo (ahora llamado Jaime I), e inauguró el colegio Raspeig.
La distinción de Antonio Canals la ha recibido su esposa, Carmen Alcaraz. La pasión de Canals desde muy joven fue la enseñanza. A los 17 años ya daba clases en la Escuela de Adultos y quedó número dos en su oposición en San Vicente. Trabajó también en El Campello, pero fundamentalmente en San Vicente, en los colegios Reyes Católicos, Jaime I y Miguel Hernández, en los que fue director. Antonio era tan apasionado de la docencia que no descansaba ni en vacaciones. Cualquier rato libre lo aprovechaba para ayudar a los demás, impartiendo clases a estudiantes que necesitaban un refuerzo. Se licenció en Historia, siempre ávido de seguir aprendiendo para poder enseñar mejor, y su vida fue un ejemplo de dedicación a la docencia y al servicio a los demás a través de la enseñanza.